LA CABINA DEL FARO

La Cabina del Faro se encuentra a la orilla del mar en la costa de la isla bonita. Ella permanece mirando al sol hasta conseguir así mimetizarse en el paisaje. Sus habitaciones son porciones del pequeño espacio que habitamos, consiguiendo así ser pragmáticamente elástica.

Este laboratorio se acerca al concepto japonés, a la casa de playa o a la habitación principal flexible que desempeña según las circunstancias, las funciones de las distintas estancias de la casa tradicional pudiéndose transformar así en salón, dormitorio y lugar de entretenimiento.

Su gran ventana de vidrio, construye un reflejo del paisaje “El agua del Atlántico atenúa el efecto del brillo del sol y, a veces, causa bonitos reflejos que danzan sobre el interior del espacio cuando estamos tumbado a los pies de la caja de fuego”.

La fachada que goza de las últimas horas de luz, filtra los minutos de sol más cariñosos del día los cuales son depositados encima de la cama, a modo de lluvia , acompañados en su interior de espejos colocados sutilmente en las paredes los cuales «duplican» efectivamente el espacio.

La terraza ubicada en la cubierta de la casita a modo de velero, es el mirador donde se darán los buenos días y las buenas noches, allí un tubo de agua fría bastante alto, y un canal de agua donde tus pies querrán meterse, estarán presentes para sentir que desde allí siempre puedes acariciar el mar y refrescar tu piel amada por el sol.
De algún modo me atrevo a decir que la casita nos ofrece lograr una postura saludable y recuperar vitalidad practicando la vida en nuestro día a día con movimientos desnudos ante diferentes espejo que nos recuerdan que vivimos, en un espacio terapéutico, dónde el movimiento físico y el cuerpo constituyen la base del programa espacial.

Su dique de contención, el cocotero, y su pequeño charco de agua en piedra, conforman su nuevo crecimiento a modo de patio, resaltando así las notas más altas de esta ópera de arquitectura, entorno y humanidad